Nombre:
Charlie Kaufman
Profesión:
Guionista, Director, Productor y
Escritor
Nacionalidad:
Estadounidense
Lugar
de nacimiento: Nueva York
Edad:
54 años
Filmografía:
- Cómo ser John Malkovich (1999)
-
Human Nature (2001)
- Adaptation. El ladrón de orquídeas (2002)
-
Confesiones de una mente peligrosa (2002)
- ¡Olvídate de mí! (2004)
- Synecdoche, NewYork (2008)
- Frank or Francis (2013)
Aunque este personaje
es desconocido para la mayoría de espectadores (que no de críticos) y a pesar
de que no goza de la fama de otros compañeros judíos de la profesión, no cabe
duda de que Charlie Kaufman es un caso único, un creador especial que está al
margen de las reglas de Hollywood.
Este genio incomprendido empezó su carrera en los noventa, en el campo de la televisión, escribiendo guiones para episodios de Búscate la vida, una sitcom sobre un repartidor de periódicos de treinta años, Ned & Stacey, otra comedia que trataba los matrimonios de conveniencia y The Dana Carvey Show, programa del cómico de mismo nombre.
Tras realizar estos proyectos, Kaufman decidió escribir un guión original completo apostando por una película de cine independiente titulada Being John Malkovich (1999), una cinta de humor estrafalario y de fantasía dirigida por Spike Jonze. El resultado de este debut de Kaufman como guionista en el cine fueron un premio BAFTA y tres nominaciones a los Oscar. Su nombre ya no era desconocido para la crítica y pronto se le empezó a considerar como un innovador en el arte narrativo.
El texto de esta
interesante película nos plantea la posibilidad de transferir nuestra
consciencia al cuerpo de un famoso, en este caso del propio John Malkovich. El
tema de la realidad y de la percepción que nos rodea suele repetirse en la obra
de Kaufman, es uno de sus patrones que también encontramos, aunque en menor
medida, en Adaptation y que nos
inunda y aturde completamente en la genial Eternal
Sunshine.
Su siguiente trabajo, Human Nature (2001), es posiblemente su guión más prescindible. Esta película es una comedia ligera y disparatada, el conflicto que quiere plantear es la domesticación de un hombre salvaje de la mano de un grupo variopinto compuesto por una mujer peluda, una becaria y un domador de ratones. Sin embargo, la creación de esta película permitió la primera colaboración de Kaufman y Michael Gondry, quienes formarían una estupenda pareja creativa.
El supuesto mensaje
moral que quiere dar el film es que con la naturaleza no se juega, y el intento
de cambiar unos instintos y unas actitudes primarias es inútil, al final lo que
yace bajo la superficie siempre aflora, incluso en los casos más civilizados.
La cómica frase que resume el contenido principal de la película es puro humor
Kaufman “ En caso de duda, es de buena educación no hacer lo que tengas ganas
de hacer".
En su tercera película,
Charlie adapta por primera vez una obra ajena a su terreno y realiza un guión
basado en el libro de Chuck Barry, Confesiones
de una mente peligrosa (2002). La película fue dirigida por George Clooney
en su debut como director, no obstante la relación entre Kaufman y Clooney no
fue buena debido al montaje final de la película, el cual cambiaba varias
escenas escritas por el guionista judío. La historia cuenta la doble vida de un
productor famoso de televisión que se dedica a asesinar en nombre de la CIA en
sus horas más oscuras.
Al ser un proyecto
mandado que parte de una autobiografía, en esta obra no encontramos tanto la
firma de Kaufman como en los anteriores, aunque realidad y ficción son
mezcladas en la película de forma muy inteligente, adoptando en ocasiones un
estilo documental con entrevistas falseadas. Las críticas recibidas fueron
buenas y el resultado en taquilla fue favorable también, lo que permitió a Kaufman
contar con un mayor presupuesto.
A partir de aquí
comienza lo que considero la cumbre de la carrera de Charlie Kaufman y la
plenitud de su capacidad creativa ¿Por qué? Porque es en sus dos siguientes
proyectos donde este maravilloso guionista pone de manifiesto su arte
reinventando lo insulso y donde nos da una lección magistral de cómo debe ser
el montaje perfecto de una película, en principio, imposible de estructurar.
Después de haber obtenido experiencia adaptando obras de otros escritores, Kaufman se lanza a uno de los retos más difíciles para un guionista, hacer divertido un libro sobre orquídeas. De esta idea surge Adaptation (2002), película basada en el libro The Orchid Thief de Susan Orlean. Para conseguir amenizar el tema y hacer posible su proyección en cines, Kaufman opta por rodar su propio proceso creativo, convirtiéndose en protagonista gracias a una estupenda interpretación de Nicolas Cage.
Así, en la película
somos testigos de cómo un Kaufman mitad ficticio y mitad real tiene que trabajar
en un guión sobre una adaptación, vemos cómo se agobia con su proyecto
imposible, vemos la relación con su hermano Donald Kaufman y vemos también una
historia de infidelidades y de relaciones humanas complejas. Charlie aprovecha
en esta cinta para meterse con la industria hollywoodiense y para burlarse de
sí mismo, mostrando sus preocupaciones y sus pensamientos más íntimos.
Realidad y ficción
vuelven a mezclarse en esta propuesta tan original donde personas reales
(guionistas, productores, escritores, etc) son interpretadas por actores
famosos de la talla de Meryl Streep y Chris Cooper bajo la dirección de Spike
Jonze, responsable de la también genial Being
John Malkovich.
Las distintas historias
paralelas que Adaptation nos presenta
se juntan finalmente en una situación algo surrealista, pero con un elemento
común siempre presente, una causa material que sirve como unión o nexo de todos
los personajes, la orquídea.
Llega el año 2004 y con él el proyecto más ambicioso de Kaufman. El guionista excéntrico vuelve a hacer pareja con el director francés Michel Gondry, juntos realizarán una película completamente caótica que les llevará a ganar su primer Óscar al mejor guión original. Charlie vuelve al género fantasioso (si bien en este caso podría considerarse ciencia ficción) y toca de nuevo el tema de la metafísica, de una realidad compuesta de recuerdos. El amor, la ciencia y el olvido van de la mano en Eternal Sunshine of the Spotless Mind (¡Olvídate de mí!). Hay que destacar que lo grandioso de este film radica sobre todo en su laborioso montaje.
Kaufman estructura la
película como si de un laberinto se tratase, recurriendo a múltiples flashbacks,
flashforwards y empezando la narración por el final. El espectador no puede
evitar sentirse como un extraño que se ha adentrado en la mente de Joel, el
protagonista de la película, interpretado por el mejor Jim Carrey desde El show de Truman. El elemento
sobrenatural parte de la existencia de una empresa capaz de borrar recuerdos de
personas. El drama es predominante en la película, Kaufman se pone serio y deja
el humor a un lado para plantearnos situaciones verdaderamente trágicas en esta
complicada historia de amor.
Ver esta creación de
Gondry y Kaufman exige un esfuerzo mental por parte del espectador, que será
quien tenga que ordenarla en su cabeza para conseguir entenderla correctamente
y encajar todas las piezas. El ritmo de la cinta está también muy calculado, y
a medida que avanzamos en la historia se va haciendo más trepidante. Aunque
Kaufman ya había jugado en sus trabajos anteriores con la narración utilizando
escenas subjetivas, creando historias paralelas con un desenlace común y
agrupando lo real con lo irreal o bien con lo onírico o ficticio, es en Eternal Sunshine donde demuestra ser un
innovador, un narrador único capaz de contarnos una historia intencionadamente desmenuzada.
Con la mayoría de
guionistas se puede diferenciar un claro desarrollo y desenlace de una
película, pero Kaufman al igual que otros artistas del mundo independiente,
intenta siempre salirse del marco para sorprendernos, no hay ningún seguimiento
previsible que se pueda deducir, ya que no existe una trama lineal. Para ello,
busca situaciones raras, inesperadas y extravagantes que eviten poder desvelar
un final cliché. Lo que más mérito tiene el adoptar este estilo de rodar cine,
es que todo depende de tu libertad creativa, porque no hay normas que te guíen
durante el proceso. La postura del guionista independiente se ha visto muchas
veces enfrentada con la imagen de la industria hollywoodiense, y aunque Kaufman
no oculta su aversión por el cine comercial, también hay que admitir que no lo
descarta del todo (de hecho a veces se deja influir por él).
Otro factor a tener en
cuenta en el proceso creativo de Charlie es la repetición de personajes
femeninos con un gran carácter, fuertes, espontáneos e independientes, que
suelen tener su contrapunto en protagonistas masculinos introvertidos, tristes,
amargados y solitarios. Los hijos que
salen de la pluma de este guionista no son felices, y buscan o se encuentran
con algo que les anima, que les despierta y les hace reaccionar, saliendo de su
insomnio, de una vida aburrida. En esa búsqueda, a menudo, se pierden por
caminos extraños que les llevan a la pura paranoia, a una esquizofrenia temporal
que terminan superando para volver a replantear todo con una lección ya
aprendida.
La evolución de los
protagonistas, es por tanto, un desarrollo positivo, hay una maduración o una
superación de una debilidad que anteriormente trastornaba y dificultaba
cualquier tipo de relación. Y es aquí, en este happy ending, donde pillamos al
artista independiente cediendo ante los estereotipos de la industria de
Hollywood.
El protagonista del
film, Caden Cotard, interpretado por un contundente Philip Seymour Hoffman,
tendrá el sueño de estrenar una obra de teatro que represente la vida misma,
para ello construirá como escenario una réplica real de la ciudad de Nueva
York. Con esta película reflexiva Kaufman quiere que nos paremos un momento y
contemplemos una belleza ilógica y emotiva llamada vida. Lamentablemente,
aunque algunos expertos han considerado este título como lo mejor de la carrera
de Charlie Kaufman, las buenas críticas no consiguieron salvar la película del
fracaso comercial, pasando bastante inadvertida.
Sólo queda esperar que el arte ofrecido por
este incomprendido genio se siga valorando, y que el nombre de Charlie Kaufman
no caiga en el olvido ante las banales superproducciones enlatadas a base de
efectos especiales. Porque si hay algo que se pueda afirmar de su filmografía,
si hay algún mérito que puede atribuírsele, es que este judío cineasta ha sido
capaz de devolver el orgullo al oficio de guionista, aportando elementos
nuevos, y sobre todo arriesgados. Este soplo de aire revitalizador es algo muy
necesitado en estos días en el cine, y Kaufman es una de las pocas figuras que
nos lo proporciona sin recurrir a grandes presupuestos.
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