Que la piratería y los altos
precios han supuesto un duro golpe para el mercado del cine no es nada
nuevo. Sin embargo, uno no se da cuenta de la desoladora realidad hasta
que decide entrar en una sesión de tarde y se encuentra un mar de
butacas vacías, o cuando pasea por las ruidosas calles de Madrid y es
testigo de esto:
Cines Benlliure C/Alcalá 106, abrió sus puertas en 1954 para cerrar en 2007
Fue
sustituido por una librería ABAC que no supo aprovechar el inmenso
espacio de este edificio y se limitó a ofrecer poca variedad (encima de
nivel bestseller) por lo que acabó compartiendo el mismo destino. Por lo
menos los sin techo le siguen sacando un uso resguardándose en sus
escaleras de mármol.
De
este viejo cine sólo ha quedado su fachada de estilo vanguardista, sus
salas son ahora escombros sucios que dejarán paso a unos nuevos
apartamentos con servicios domóticos.
Cine Cid Campeador C/ Príncipe de Vergara 26, dejó de funcionar en 2009
La
despedida de este valeroso guerrero no ha merecido la pena, ya no
veremos nunca más ni su armadura ni sus fantásticas películas, las
cuales solían provocar una cola que doblaba la calle entera. Se rumorea
que su sustituto va a ser un triste párking.
Y es que me duele el alma cuando veo estas ruinas que no tan antaño fueron edificios emblemáticos, teatros imponentes que proporcionaban diversión, miedo e intriga. Estas puertas no aceptan ya ni a ningún cinéfilo, ni a ninguna persona estresada que busque una momentánea evasión en su vida. Este ritual al que antes estábamos tan acostumbrados se ha cambiado por una fría pantalla de ordenador.
Pero
lo peor de todo es ver la degradación y el poco respeto con el que se
están tratando a estas construcciones, teniendo algunas de ellas
realmente un valor histórico y artístico. Ver día tras día cómo se van
pudriendo las paredes de estos cines en los que tan buenos momentos he
pasado, es sin duda, la parte más dura. Temo que esto suponga sólo el
principio, que sea un ligero avance de lo que nos espera y un buen día
al despertarnos descubramos que la cartelera está en manos de Internet o
de los multicines de las afueras.
Lo
cierto es que hasta ahora nadie ha movido ningún dedo seriamente en
defensa de este arte. Ningún empresario ha decidido arriesgarse
rescatando estas maravillas, restaurar estos negocios sólo por el amor
al cine.
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